La sana expresión de los sentimientos

¿Qué tan importante es expresar los sentimientos ante una situación de crisis?

 En la actualidad enfrento una situación de salud que ya viví hace cuatro años. Hoy, como en aquella ocasión, esta experiencia me ha hecho experimentar miedo, vulnerabilidad, enojo e impotencia.

No es fácil enfrentarse de nuevo con un tumor de la cabeza que creí desaparecido para siempre, y que ha vuelto a crecer, aunque, si he de ser franco, nunca deje de temer que esto sucediera.

La dificultad de ser positivo en medio de la crisis

Por mucho que deseemos aprender de las experiencias y verles el lado positivo, es difícil, prácticamente imposible, lograrlo al inicio de la experiencia o estamos en medio de la crisis, enfrentándonos al problema.

Mentiría si dijera que, desde el primer momento, mi actitud fue positiva. Todo lo contrario, tanto la primera vez que me diagnosticaron el tumor, como en está, me sentí vulnerable y asustado, lloré muerto de miedo y maldije por lo que me está pasando. No me comporté como "terapeuta", sino como un ser humano con mucho miedo de morir.

El miedo de perder lo que se ama

Los sentimientos a los que me he enfrentado en ambas ocasiones, ya lo dije, han sido de miedo, enojo, tristeza e impotencia. He pensado – tanto la primera vez como esta -, en todo aquello que puedo perder si muero y, más grave aún, en lo que tendría que enfrentar si se presentaba alguna complicación, como el riesgo de quedarme ciego.

Algo que también me hace sentir pánico es perder a mi pareja a la que amo, a mi familia y a todos mis amigos y seres queridos, o dejar de

El miedo de perder lo que más amas en la vida

trabajar como terapeuta o tallerista o no poder leer ni escribir, cuando son de las cosas que más me apasionan o dejar de viajar por el mundo.

Nada de esto resulta agradable, todo lo contrario, me generan rabia e impotencia. Por eso, cuando muchas personas tratan – desde su mejor intención, por supuesto que lo sé – de apoyarme diciéndome frases como:

"No tengas miedo, no estés triste"; "tú lo vas a superar porque eres fuerte"; "vas a ver como todo esto se soluciona y sales adelante".

yo me siento, con frecuencia, más frágil, más asustado o deprimido. Sé que mis seres queridos me quieren ayudar, pero lo que me provocan sus palabras es mucha inseguridad, pues, mientras más escucho que no va a pasar nada malo, más temo que eso suceda.

Enfrentar los sentimientos

Cara a cara con el miedo: enfrentar la vulnerabilidad

Es probable que las personas que me lo decían, estaban tan asustadas por lo que me estaba pasando – ya que eran personas cercanas y muy queridas -, que trataban de ocultar su propio miedo para no afectarme, pero no sabían que el efecto era el contrario.

Fue hasta que una amiga, en aquella primera ocasión, me llamó por teléfono y empezó a llorar sin reprimir sus sentimientos, diciéndome que estaba muy asustada, que tenía mucho miedo de que yo me muriera, me quedara ciego o me pasara cualquier otra cosa por el estilo. Lloró sin intentar controlarse, de una manera que percibí, hasta lo más profundo, como muy auténtica.

Algo pasó en ese momento, sentí que el llanto de mi amiga me liberaba, y me puse a llorar junto con ella pudiendo expresar mi propio temor a morir. Ambos lloramos por un tiempo largo ante el teléfono, no recuerdo qué otras cosas nos dijimos, pero, lo que sí recuerdo, es que, al colgar el teléfono, yo me sentía liberado, más ligero y más tranquilo.

Incluso puedo decir que con más fuerza y seguridad para enfrentar lo que viniera. Lo que hizo mi amiga y colega fue lo que me movió a intentar hacer lo mismo con mi compañero, con quien no había hablado de esta manera tan abierta acerca de lo que estaba ocurriendo.

Un par de días antes de mi operación, lo invité a que nos sentáramos en la sala de la casa y le pedí, de una manera tranquila, que nos

Hablar con la verdad

diéramos la oportunidad de hablar de todas nuestras fantasías catastróficas. Que dijéramos, sin temor, y apoyándonos uno al otro, todo lo que temíamos de mi operación de la cabeza.

Ambos lloramos y empezamos a hablar, él también me habló de su miedo a perderme, de que me muriera o me pasara algo grave a consecuencia de la delicada intervención quirúrgica a la que me iba a enfrentar.

No concebía la idea de vivir sin mí si algo salía mal. Yo le dije cosas similares, hablé de mi miedo de perderlo ahora que por fin había encontrado el amor, de morir sin haber hecho todo lo que yo soñaba hacer en la vida.

Lloramos por más de media hora, hablamos de la manera más abierta que pudimos, nos abrazamos y, al separarnos, algo había cambiado dentro y fuera de nosotros.

Nuevamente, como en el caso de mi amiga, me sentía más tranquilo, confiado, valiente y dispuesto a enfrentar con una actitud diferente, más serena, lo que tenía que experimentar.

Amiga incondicional

En esta segunda ocasión ocurrió algo similar, al abrir los estudios y descubrir que el tumor había aparecido de nuevo, todo mi organismo se conecto con la experiencia pasada y supe lo que necesitaba con urgencia: expresar abiertamente mis sentimientos de dolor, miedo y rabia.

Sin pensarlo, me comuniqué con una amiga y colega terapeuta y le pedí que me diera contención pues me sentía muy ansioso. Ella, sin dudarlo, me recibió en su casa esa misma tarde.

Le dije lo que estaba pasando, llorando, angustiado. Ella, sin dudarlo, me ayudó a expresar todos mis sentimientos y a sentirlos, a llorar, a expresar mi enojo, pero, principalmente, a hablar de todos mis miedos y mis fantasías catastróficas.

Me apoyó para que expresara todas aquellas cosas terribles que pasaban por mi mente: la muerte, la pérdida de mi pareja, de mis amigos, de mi familia. La posibilidad de que también me tuviera que despedir de mi profesión de terapeuta. Hable de todo eso por horas sin dejar de llorar.

Un detalle curioso fue que, al llegar, mi colega y amiga me ofreció, de manera muy atenta, algo de tomar o comer y yo, sin dudarlo, le dije que no quería nada pues no sentía ningún deseo de comer.

Sin embargo, al terminar de decir todo lo que estaba sintiendo, ella me volvió a ofrecer helado y en ese momento le dije que sí, pues ahora sentía que había espacio para ello.

Las emociones son energía que ocupan un espacio en nuestro interior

Las emociones no son sólo algo abstracto, son energía que se materializa en nuestro interior y ocupa un espacio real. Si me congestiono con mis propios sentimientos, mi organismo no tiene lugar para nada más a menos que digiera lo  que estoy sintiendo, o lo vomite, como tuve que hacer en esta ocasión.

En conclusión, lo que quiero dejar bien clar0, es que, en la Gestalt y en la vida, es muy importante reconocer nuestros sentimientos y aceptarlos, pero no sólo a un nivel racional,  necesitamos sentirlos y expresarlos.

"Reconocer nuestra  vulnerabilidad nos vuelve hermosos"

Al darles una expresión, los sentimientos nos ayudan a cubrir las necesidades pendientes y a "cerrarlas" o satisfacerlas, dando paso a las nuevas necesidades del nuevo instante.

Los sentimientos y las emociones son una "infinita fuente de la información", gracias a ellas, podemos cerrar círculos energéticos que nos permitan abrir nuevos círculos, y, de  esta manera, permitir que el flujo constante de nuestro proceso de crecimiento se desarrolle sin interrupciones.

"Una persona libre y digna, es aquella capaz de reconocer su vulnerabilidad"

Hay personas que, cuando se san cuenta de que la vulnerabilidad y la ternura son importantes se rinden y se entregan a ello, pero la mayoría nos resistimos y luchamos contra esto. Cuando dejamos de pelear contra la vulnerabilidad, recuperamos nuestra vida.

No se puede eliminar parcialmente las emociones

"La vulnerabilidad es el núcleo de la vergüenza y el miedo y de nuestra lucha por la dignidad pero también es el punto de partida de la dicha, la creatividad, la pertenencia, el amor".

Brene Brown

El problema es que no se puede adormecer selectivamente una emoción, no se puede decir "esto es lo malo, esta es la vulnerabilidad, este es el sufrimiento, esta es la vergüenza, este es el temor, esta es la decepción, no quiero sentir esto" "me voy a tomar una copa o me voy a comer un pastel para no sentir esto" . No se puede adormecer esos resentimientos sin adormecer los afectos y las emociones.

Si adormecemos la vulnerabilidad, el temor, la decepción, el sufrimiento, adormecemos también la dicha, la gratitud, la felicidad y entonces somos miserables y vamos en busca de propósito y significado y luego nos sentimos vulnerables y entonces bebemos y comemos pasteles y helado, y se convierte un ciclo peligroso. Una de las cosas acerca de la cuales tenemos que pensar es por que y como nos adormecemos y no tienen que ser adicciones solamente.



Escrito por Luis Fernando Martínez.




Psic. Elena Bouchot Gamas
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