El miedo desde la perspectiva de la psicología profunda
y la astrología
Wolfhard H. König

Conferencia realizada en el Congreso Mundial de Astrología de Lucerna (1/6/2000)
S nº 119, Diciembre 2000
El miedo es un tema completamente
interdisciplinario. Representantes de diferentes
disciplinas lo estudian intensamente: aparte de
psicólogos, este tema lo tratan médicos, teólogos,
filósofos y también biólogos, sobre todo los
especialistas en biología de la evolución. Todos
investigan el origen y el significado de este curioso
y poderoso estado emocional que llamamos miedo.
Nosotros, los astrólogos, nos encontramos con este
tema en la consulta: ¿Qué información nos da el
horóscopo en cuanto al origen, el significado y las
posibilidades de superación del miedo?
Lo primero que necesitamos es tener un concepto
claro sobre la naturaleza del miedo, así como una
idea de cuándo y por qué puede convertirse en una
enfermedad.
Para ello, deberemos tener en cuenta todas las disciplinas antes mencionadas.
El miedo es un mecanismo de alarma y protección imprescindible del ser humano
Como el dolor, el miedo es un maravilloso invento del organismo para su desarrollo en
el proceso de evolución: ambos son necesarios para la supervivencia y no se puede
prescindir de ellos. Sin embargo, ambos pueden degenerar y convertirse en enfermedad.
En su evolución, el dolor y el miedo están estrechamente relacionados. Pero el dolor es
más importante y significativo: existen unos conductos nerviosos particulares que se
encargan de la conducción del dolor de forma rápida y efectiva. La defensa y la
supervivencia del organismo dependen de que, a través de las sensaciones de dolor,
recibamos el aviso de la existencia de peligros corporales inmediatos. Es interesante
comprobar que los reflejos de dolor para la protección de nuestro cuerpo son mucho
más rápidos de lo que puede ser nuestro intelecto: por ejemplo, cuando un cuerpo
extraño se acerca a uno de nuestros ojos, reaccionamos instantáneamente con un reflejo
de cerrar los párpados.
Desde la perspectiva de la evolución, el miedo es un complemento y una extensión de la
función del dolor. El miedo debe avisarnos de peligros que, si bien no conciernen
directamente a nuestro cuerpo, es decir, que no nos han ocasionado dolor, pueden ser
una amenaza para la salud o la supervivencia. Cuando, de noche, pasamos por un
callejón oscuro o cuando estamos conduciendo por la autopista con una lluvia muy
intensa, normalmente nos ponemos en una especie de estado de alarma que va
acompañado de un pulso rápido, un estado de alerta de los sentidos y una tensión
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emocional que solemos llamar miedo. El resultado es que, en ambas situaciones,
tomamos conciencia del peligro para el cuerpo y la vida, y nos enfrentamos a la
situación en un estado de alerta mucho más intenso. Así como el dolor sólo aparece
cuando un estímulo perjudicial para nosotros entra en contacto directo con nuestro
cuerpo, el miedo nos avisa de que nos estamos acercando a una situación que encierra
un peligro potencial. El dolor y el miedo son mecanismos muy importantes que forman
parte de nuestra vida.
¿Cuándo se convierten el dolor y el miedo en enfermedades?
El dolor puede convertirse en crónico y desprenderse de sus funciones de protección y
aviso. Así, puede que un paciente sufra durante años de dolor crónico del nervio
trigémino en la cara, acompañado de intensos ataques de dolor, sin que haya un sentido
aparente ni una causa razonable. A veces, finalmente, ni los calmantes ni las
operaciones sirven de nada y el dolor se convierte en perjudicial para el organismo y
también para el alma. En muchos casos no puede encontrarse ninguna explicación
médica. Estos estados de dolor reciben el nombre de estados psicosomáticos, es decir,
que están condicionados por la psique. Pueden ser una manifestación de autocastigo
debido a sentimientos de culpabilidad inconscientes.
Como sabemos, el miedo también puede desbordarse y conducir a estados
incontrolables de miedo sin razones aparentes o a ataques de pánico repentinos e
incomprensibles. Podemos desarrollar una fobia a los perros que no nos permita
caminar tranquilamente por la calle o una fobia a las alturas que nos permita atravesar
un puente conduciendo un coche.
Pero, ¿cuándo podemos decir que un miedo se ha desbordado? Hace tiempo, en
Munich, me invitaron a un acto de la asociación Madres contra la energía nuclear. Se
entabló una discusión entre partidarios y detractores de la energía nuclear. Los
detractores describían con intensidad los peligros existentes, y los partidarios negaban
que existieran peligros serios. Los detractores acusaban a los partidarios de negar el
peligro y el miedo, es decir, una especie de actitud contrafóbica. Los partidarios
acusaban a los detractores y a las madres de miedo histérico, es decir, neurótico. Tuve
que tomar postura desde la perspectiva psicológica y sólo pude decir que, en principio,
se trataba de una decisión social e incluso política. ¿Hasta qué punto está justificada la
preocupación de los detractores? ¿Cuándo empieza a convertirse en neurosis? ¿Dónde
se encuentra la frontera? ¿Y, hasta qué punto está justificado el convencimiento de los
partidarios sobre la seguridad de los reactores? ¿Cuándo empiezan a negar los peligros,
es decir, a perder el miedo de forma neurótica (contrafobia)? ¿Dónde se encuentra la
frontera? En cada sociedad y cada época se trazaría una frontera diferente y se tomarían
determinaciones distintas.
Cuando en un seminario, a modo de discusión, una participante plantea que, como
mujer, cuando empieza a anochecer sale a la calle con miedo, automáticamente
podemos hacernos la pregunta: ¿Se trata de un miedo justificado o es una fobia?
Probablemente, depende de la ciudad y el país en que se encuentre. Pero las opiniones
al respecto son discrepantes: ¿Hasta qué punto se trata de un miedo real y cuándo
empieza el miedo neurótico?
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Acabamos de emplear dos términos que Freud definió en su teoría del miedo. Existe
miedo real cuando la dimensión del miedo está en correspondencia con la dimensión de
la amenaza. Existe miedo neurótico cuando la intensidad del ataque de miedo no tiene
ninguna relación con el peligro. Por ejemplo, cuando un paciente ve una pequeña araña
en su cocina y, preso de pánico, tiene que salir de su piso y sólo puede regresar al
mismo con la ayuda de un vecino, sin duda, nos encontramos ante un miedo neurótico y
debería ser fácil llegar a un consenso al respecto.
En los casos extremos, la diferenciación nos resulta fácil; pero, ¿a partir de qué punto
consideramos que el miedo a la energía nuclear es neurótico? Cada sociedad, en cada
época, ve la cuestión de la línea fronteriza de forma diferente.

Psic. Elena Bouchot Gamas
Consultorio: 52-33-78-72
Celular: 55-2951-5860
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