Encontrando la paz, no quiero morir

 

No estaba triste todo el tiempo, casi no lo estoy, incluso a veces parece que necesito ayuda de algunas películas para poder llorar. Lo que sí estaba era cansada, cansada de luchar cada día contra mi peor enemiga: yo. No me caigo mal, ni odio mi vida, creo que soy bastante simpática y a veces hasta me hago reír, pero de eso no se trata la depresión, no es como la vemos en las películas o series de televisión, no es como quieren mostrarnos en los medios y redes sociales. De eso me fui dando cuenta a lo largo del tiempo, a veces estaba arriba, a veces en medio y otras muy abajo, usualmente estoy en medio donde no siento nada, es decir puedo sentir felicidad, enojo, rabia, miedo, pero no dura mucho. Cuando estoy abajo, muy abajo, como esa vez, también pude sentir esas emociones, reía, me enojaba, lloraba, me asustaba y lo sentía pero al mismo tiempo estaba muy cansada, solo quería descansar y finalmente encontré algo tan reconfortante que me hizo sentir muy bien, ya había encontrado el siguiente paso, mi paz: iba a tomar mi vida. Esta no fue una decisión difícil, en realidad fue muy sencilla. Mucha gente puede pensar que es un acto de cobardía, de odio a tus seres queridos, pero en ese momento yo no lo veía de esa forma y aún no lo veo así.

 

El tomar la decisión no fue de un momento a otro, tuve que planear muchas cosas, debía preparar a mis seres queridos para mi partida (ilógico, lo sé), tenía que saber exactamente cómo hacerlo para que quien me encontrara no se viera fuertemente afectado por la visión que iba a tener enfrente. Claro que pensé en los demás, nunca dejé de hacerlo, incluso sabía que algo estaba mal, aunque mantenía mis planes de hacerlo seguía yendo a terapia, con mi psiquiatra y hablando con mi mamá, mi papá, mi esposo y mis mejores amigos, todos sabían de la situación y hay una razón para esto.

 

Ir a terapia durante tantos años con un psicólogo  y un psiquiatra creó una memoria muscular en mi cerebro, por así decirlo, cuando algo está mal lo puede detectar y comienza su protocolo de acción en contra de lo que está sucediendo, en este caso: la decisión de terminar mi vida. Yo quería estar en paz y en esos momentos lo estaba, finalmente sentía tranquilidad de que todo iba a terminar y aunque hubo conversaciones sobre internarme en un hospital, mucho apoyo de mi familia y bastante comunicación, e incluso me obligaba a salir de la casa para no hundirme en el tema, no estoy segura si una parte de mí no quería terminarlo todo.

 

Lo que puedo decirles es que esas semanas que estuve planeando e intentando hablar con mi familia y amigos sobre lo que me sucedía (preparándolos para que al final de todo no sintieran que no hicieron lo suficiente para detenerme), quería dejarlos tranquilos porque yo estaba tranquila, finalmente. Había una paz tan liberadora que casi no podía esperar la hora de cumplirlo, pero al final de cuentas no fue así, entendí que al igual que mis emociones no todo dura para siempre y empecé a darme cuenta de que si no podía quedarme en el mundo por mí, tenía que hacerlo por los demás, aferrarme de lo que fuera y entender lo que me decían, el dolor que iban a sentir y que estaban sintiendo. Por lo menos al principio lo haría por ellos.

 

No podía hacerlo por mí, porque yo solo quería estar en paz, por primera vez dejar de luchar, pero no quería seguir lastimándolos. Fueron mi terapeuta y mi psiquiatra quienes al final me rompieron, y no lo digo en un mal sentido (tal vez solamente con un poco de resentimiento porque para mí fue muy fuerte aterrizar de la nube en la que estaba), de la hermosa paz en la que me encontraba y que me arrebataron. Recuerdo que durante las semanas pasadas a este evento tomaba más de mis medicamentos psiquiátricos para probar cuánto podría resistir, claro que tenía un poco de miedo, pero no de morir, al contrario, de vivir y quedar enferma o en coma, por eso experimentaba cuánto podría tomar, incluso investigué qué hacía la sobredosis de cada una de mis medicinas.

 

Esta no era la primera vez que intentaría terminar mi vida tomando medicamentos, ya lo había intentado hace 13 años y no voy a romantizar el suicido al explicar por qué esta idea me parecía la más correcta. Quisiera que entendieran lo que puede estar viviendo una persona como yo, que quiere terminar su vida porque es la única salida que encuentra y no porque sea la más fácil, ni cobarde, ya que conllevaba mucho sufrimiento ajeno y una gran responsabilidad de hacerlo "perfecto". No podemos saber lo que está sufriendo una persona, cualquiera, pero sí podemos hacerles saber que estamos ahí para ellos cuando lo necesiten, eso me ayudó a acercarme a mis seres queridos y aceptar su ayuda, yo tuve suerte, tres veces he tenido suerte, pero la última fue diferente, porque yo era más fuerte. He recibido apoyo psicoeducativo, voy a terapia y al psiquiatra, soy más fuerte porque tengo un diagnóstico desde hace diez años y estoy en tratamiento.

 

Esto no quiere decir que lo que pasó debió haber sido evitado, todos tenemos nuestros momentos difíciles y lamentablemente no todos reciben el apoyo que necesitan, yo sí lo tuve y me pude detener a tiempo, hay quienes no tienen esa opción ni un círculo de confianza y apoyo en quien contar. Por eso lo último que quiero añadir es que la terapia y psiquiatría son más que ir a hablar con alguien y tomar tus medicinas, estás generando técnicas para poder detener o combatir una depresión, ataque de pánico, ansiedad, estrés, etcétera. La terapia te ayuda a entender lo que está sucediendo de raíz y saber qué hacer para evitar próximas experiencias que puedan hacerte sentir mal.

 

Yo tuve suerte, y la sigo teniendo. No les voy a mentir y decir que todo es mejor que nunca, pero el aceptar que tu vida llegará a su fin bajo tus propias manos y al final comprender que no es una opción, caer en cuenta de que lo que ibas a hacer trae mucho dolor y se necesita de mucha fuerza para salir adelante. Recuerdo que pensaba "si alguien quiere tomar su vida, ¿por qué no solo se van y empiezan una nueva? Como sabemos eso es huir de los problemas y estos siempre terminarán encontrándonos en donde estemos, pero lo que sí creo es que necesitamos un descanso, y lo sé porque yo tuve uno, justo cuando todo estaba fatal gané una beca para estudiar inglés en Canadá, tuve mucho miedo, iba sola, acababa de suceder todo este incidente pero estaba también muy emocionada y las tres semanas que estuve ahí fueron terapéuticas, regresé con otra actitud y una nueva mirada.

 

Pero como dije anteriormente yo tuve suerte, y cada día la tengo, aún tengo que luchar contra mis demonios, pero sé que soy más fuerte que ellos, por lo menos la mayoría del tiempo y ahora sé que gracias a mi "memoria muscular" estoy preparada para pedir ayuda aún en los momentos más difíciles y espero que esto siga así. Aún tengo mis buenos momentos y a veces muy malos, pero no quiere decir que no podamos seguir adelante y luchar aunque estemos cansados, yo decido luchar porque se siente muy bien, sentirse bien, valga la redundancia.

 

Yo sé que pedir ayuda puede ser una de esas cosas que te retuercen el estomago, que te da pena, que te da miedo, pero si no tienes a nadie a tu alrededor, puedes buscar grupos de ayuda como Voz Pro Salud Mental, incluso buscar un terapeuta que sea tu apoyo y si necesitas ayuda psiquiátrica está el Instituto Nacional de Psiquiatría "Ramón de la Fuente" en la CDMX, incluso en Facebook hay grupos de salud mental en donde a mí me gusta leer y compartir experiencias, sobre todo para saber cómo los demás compañeros sobrellevan algunas situaciones comunes y no tan comunes, como ahora la pandemia.

 

Gracias por leerme, sé que no es un tema fácil, tampoco fue sencillo escribirlo, pero quiero que hablemos de él: el suicidio, quiero que sea un debate entre nosotros.

 

La foto de la imagen fue tomada exactamente el día que peor me sentía y en que pensaba lo peor.


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